lunes, 11 de enero de 2010

Pedro Varguillas y Los poemas del payaso


Por Jairo Rojas*


A finales del siglo XVII, en Europa, las artes visuales se destinaban a una meta decorativa. Este cometido en el arte explica por qué la mayoría de las pinturas de aquella época se dedicaban a plasmar paisajes, naturalezas muertas o las llamadas fiestas galantes. En ese contexto, el pintor francés Jean Antoine Watteau presentaba la obra Gilles (1721). La pintura representa al bufón de la corte, al personaje que entretiene y divierte, salvo que Watteau en la pintura desvanece todas esas cualidades en detrimento de una proyección sicológica contraria a lo esperado de un arlequín donde la soledad y tristeza izan sus banderas de reconocimiento. Gilles fungía como isla frente a los motivos de aquella época (posteriormente llamada Rococó por los teóricos) pero que luego los pintores románticos supieron reconocer y valorar, sobre todo por lo que se dejaba entrever detrás de la máscara.

La pintura de Watteau viene a colación como una suerte de prefiguración del libro Poemas del payaso (2009), de Pedro Varguillas. En la pintura, lo mismo que en el poemario, la expresión se alcanza a partir del personaje al que refiere el título del libro. Varguillas construye el eje del poemario a partir de este personaje y llega a un campo de acción colmado de textos minimalistas que revelan una mecánica cautelosa, inclinada por la limpieza en los versos, sin títulos, sin signos ortográficos, lejos de cualquier abuso de giros retóricos para lograr líneas precisas como:

«El payaso
se hincha en su carpa
rompe la risa con sus labiales
hurga en lo siniestro
se hace diva
».

A partir del motivo temático se forma una cadena de poemas que exploran una intimidad o subjetividad, pero lejos del yo, a distancia de cualquier referencia contextual o de época, sin ánimos de trascendencia, poemas que se desenvuelven en un solo escenario bajo una voz y mirada neutra, casi impersonal:

«Payaso ríete conmigo
besa mis serpientes
tuti fruti y tamarindo
olvida el claustro
sonríe
sonríe desde dentro».

Este poemario alcanza una suerte de estética homogénea, donde la aparente simplicidad y brevedad responden a un obvio rigor conceptual que va dejando como único referente al lenguaje en sí:

«Payaso lo furtivo te persigue
careces de voluntad en el nombre
sumérgete en tu tierra
viste tu súplica en el instante».

Aunque esta austeridad en los textos y, sobre todo, el enmascaramiento al que se somete la voz poética trae el estremecedor vértigo de la crisis del sujeto y la presencia de la ambigüedad:

«Si el payaso no existe
si no existe el payaso
¿Dónde está el otro
el que infla los globos
el de las pesadillas de los niños?».


Hay que recalcar que la arquitectura de este libro la conforman dos partes: «Poemas del payaso» y «Bajo cielo». En este segundo apartado, los textos se apoyan en un espectro de temas que, a pesar de su dimensión conceptual, andan perfectamente contorneados por el lenguaje. Así, tenemos líneas de este tipo:

«No cuelgues tu imagen
sobre tus ropas
duele en las manchas de los colores».

La neutralidad del hablante se mantiene, no hay desesperación ni juicio, menos aún ecos colectivos o sociales, pero sí imágenes de una fuerza sutil:

«Ríndete
ante la gravidez de los metales».


En suma, Varguillas celebra en este poemario el compromiso con un lenguaje vecino al silencio para llegar, por medio de un idioma prudente, a un catálogo de imágenes de una eficacia frugal al momento de iluminar un micromundo subordinado a un motivo, pero capaz, a pesar de la reiteración del mismo, de caminar por las más diversas miradas humanas. Alcanzar lo conocido desde lo desconocido, ambiguo o enmascarado, e inclusive ser consciente de su arma hasta salir de ella:

«Mi poesía no te respeta
ni se respeta a ella misma
payaso temblor de lo hondo
existes por mí
Apágate
».


*Jairo Rojas, reciente ganador del III Concurso de ReSeñas organizado por la gente de Relectura en 2009, con su texto «Eme con censura» sobre el poemario Eme sin tilde de Luis Moreno Villamediana. Actualmente es estudiante de Historia del Arte en la Universidad de Los Andes – Mérida, y lleva el blog http://dibujosalmargen.blogspot.com/.


Imagen: Gilles (1721) de Jean Antoine Watteau.

4 comentarios:

  1. se le empieza a ver el queso a la tostada, la reseña esta excelente y los poemas tambien, graciaspor este aporte a las letras merideñas, hace falta gente como ustedes que le pongan ganas en la escuela...
    gracias de nuevo expulsados

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  2. Gracias, Alonso. Y gracias por dejar tu comentario y tus buenas impresiones.
    También hacen falta lectores, como sabrás.

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  3. Muchachos me elagra muchísimo que esten trabajando y escribiendo felicitaciones pedrito! Les cuento que mi beba esta preciosa. También espero poder participar en los talleres de narrativa y poesía para ver si algun día aprendo a escribir jeje. saludos un abrazote. Shirley

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  4. ¡Bravo, Shirley! Nos alegramos por ti y tu niña. ¡Te esperamos en los talleres!

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